He llegado tarde al café

He llegado tarde a la cita o más bien ya no me esperaban, me han servido mi café a pesar de todo, no resulta extraño que me tuvieran mi taza lista, que prepararan una taza más. Existen inconvenientes de llegar cuando uno no estaba en los planes o ya no lo estaban esperando, uno se arriesga a que no le toque café recién hecho o que a uno le toque lo que no se han servido los demás.

Estoy seguro que el café, al igual que otras cosas, es para tomarse caliente y no para simplemente consumir su cafeína. El café se tiene que tomar en el momento que se prepara y no después. Uno no puede siempre tener el café en el momento que uno lo requiere, a veces uno tiene que consumir el café sin crema y azúcar o mucho peor; uno tiene que tomar un café recalentado y lo que sobra de quien se sirvió inicialmente. No hay nada como consumir el café cuando se necesita y en la forma que se quiere, resulta ser un placer inimaginable cuando se puede llevar acabo lo anterior.

Sin embargo, tengo mi café, puede estar frío pero aún así me lo tomo y pretender que todo está bien, intento ponerle crema y azúcar para aspirar que todo está bien, que todo está normal, pero cuando uno le da el sorbo a la bebida el sabor no es el mismo, no sabe bien, no es el propio al que se lo sirvió de inicio. Resultaría por necesidad, afección, etc., imposible dejar de tomar café o ignorarlo.

Mi café está frío, tengo azúcar y está dulce pero no tengo crema, hace frío por lo que el café se antojaría caliente. Me ha tocado café del que dejaron los demás, de cualquier modo me serviré mi taza y lo tomaré. Todo está bien, me digo a mí mismo. Me tomo el café y finjo que sabe bien, tengo mi café que es lo importante y me hago a la idea de que tengo que encontrar un horno de micro ondas con el fin calentarlo, así por lo menos no sabrá tan mal.

“CÓMO LEER ENTRE SEÑALES CUANDO EL HUMO ES MÁS QUE LEGIBLE Y LAS SOMBRAS SIEMPRE ESTÁN A TU LADO”

G=
081106